Pages

Wednesday, February 3, 2010

La Candelaria

Desde diciembre quería un buñuelo, uno de esos de la feria de la iglesia. La feriecita que se pone por el día de La Candelaria, y es que la iglesia de mi barrio es la iglesia de La Candelaria. 

No sé por qué recordé el sabor, el olor y la sensación de comer un buñuelo afuera de la iglesia. Hacía varios años que no lo hacía pero pude oler la "miel" y sentir el frío en la cara. Febrero siempre me ha parecido más frío que enero. 

Llegó La Candelaria, con pocos cuentes, poco alboroto, ¿será por que cayó en martes? Fuimos por un buñuelo, eran más de las 9pm y no había luz de ese lado de Revolución, cruzamos y ya olía a dulce caliente, aceite, canela, fruta; a buñuelo. Un puesto de pambazos tenía como lámparas unas botellas, supongo que con algo altamente flamable porque parecían antorchas, me pareció muy medieval. Un hombre hacía algo con unos cables, de pronto se iluminaban todos los puestos y se apagaban, pedía a gritos cinta de aislar "para ponerle ái", sobre la banqueta mojada se las arregló para hacer que los puestos tuvieran sus focos -algunos, ahorradores de energía- prendidos. Las botellas-antorcha y alguna vela quedaron prendidas a pesar de los focos iluminados. 

Decidimos comprar los buñuelos en uno de los puestos, "uno para comer aquí y dos para llevar, con la miel aparte". Mientras mi bro y yo comíamos el buñuelo roto, bañado en la miel, con el olor a fruta, dulce, aceite, canela al rededor, el hombre del puesto regañaba a distancia a un niño, nadie parecía entrar a la iglesia, yo saboreaba el delgado buñuelo, crujiente apenas, lleno de esa salsa oscura que siempre me ha recordado a las brujas. 

En mi imaginario, las brujas harían caldos, comida que olerían así, con frutas como tejocotes, manzanas, canela, algo dulce, líquidos espesos y deliciosos. Olería siempre a algo afrutado y dulce, las imagino de noche, una noche fresca y así, como la de hoy, húmeda. En un bosque, en casas de piedra, con ventanales de colores. También me imagino, que en la época medieval habría algo como una feria, con comidas simples pero apetitosas, como los buñuelos, los pambazos, gorditas de maiz, todos al rededor de alguna fiesta, con la gente del pueblo ahí, los niños jugando, casas de piedra, altas, con ventanales de colores, gente en las calles y comida, mesas de madera, vino, pan, luz de antorchas, en eso pienso cuando me acuerdo de lo medieval. 

De regreso, pasé junto a un puesto de elotes, me pareció familiar por las letras y los colores, subí la mirada y vi a un hombre y una mujer, los que atendían el puesto. Los vi después de no haberlos visto en muchos años, menos altos, con arrugas, más canas. Recordé cuando los veía cada domingo, eran jóvenes, parecían recien casados cuando aparecieron afuera de la iglesia un domingo, tengo una vaga idea de que así era. Después apareció con ellos algún bebé y tal vez otro. El jóven matrimonio de los elotes, recuerdo que eran muy amables, yo era niña y mi tía nos llevaba a misa, al salir elegíamos un elote o un helado. Siento que siempre preferí los elotes. Hoy, ellos siguen vendiendo elotes afuera de la iglesia, yo ya no voy a misa pero voy a ir por un elote en estos días.