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Saturday, April 9, 2011

Los lentes que ya no son

Tengo unos 15 días sin usar lentes, de armazón, aéreos. Esos que los últimos 3 años habitaron mi cara y me permitieron ver lo que sin ellos no era más que formas de contornos dudosos y poca luz. Los busqué por meses, al encontrarlos en aquel puesto de tianguis tuvimos un momento, fue amor a primera vista, los tomé, me los puse y supe que eran mios. Una joya encontrarlos a buen precio. Entonces ya manejaba la búsqueda de optometrista y armazón quisquillosa. De excelente calidad pero de precio corto. El armazón de la forma, textura y colores exactamente como los hubiera imaginado (y que fueran baratos, claro). Luego de 8 años, de juventud conciente y responsable, de usar lentes, había perfeccionado el arte del bueno-bonito-barato, así conseguí mis, ahora, últimos lentes.

Cualquier cambio milimétrico en la cara se hace evidente para uno mismo y para los demás. Cuando uno cambia de lentes cambia de cara, hay que acostumbrarse a ser otro, el de los nuevos lentes, así igual se tienen que acostumbrar los demás, al nuevo uno. Cuando uno usa los lentes desde que se levanta de la cama, el público en general no puede imaginarle sin ellos. Cuando yo me quitaba los lentes, la gente me decía siempre que "me veía rara", claro, sin "un pedazo" de la cara era otra persona. Yo nunca me vi rara sin lentes. Sin ellos, a un par de centímetros del espejo, me veía yo, con lentes, era yo-con-lentes. Me han dicho los que se han operado con láser que se sentían desnudos sin sus lentes, incluso hay quien lleva unos sin graduación para no sentirse "solo".

Tal vez será porque empecé a usarlos "muy vieja", tal vez será que desde el primer día esperé el momento de la operación que, imaginé en un par de años, con láser y listo. Diez años después estoy a unos días de dejar de usar lentes totalmente (por que los llevaré por dentro, para siempre). El ojo izquierdo que aún no me operan ha llevado un lente de contacto desechable los últimos días, lo que me ha dado casi la vista total que tendré, que todos deberíamos tener y que todos merecemos.

He tenido que recordarme concientemente que lo tengo ahí y que tengo que quitarlo antes de dormir. Me molesta y no lo quiero mucho, pero ese lente es la gloria para mis 10 dioptrías izquierdas. Por momentos me olvido que llevo ese gelecillo transparente y del interno que no se siente ni se mueve, pues si no fueran por las alarmas de las gotas, seguro que me olvidaría.

Lo que no se me olvida todavía es "asomarme" por encima de los armazones para ver borroso, creo que lo hacía para recordar que sin los lentes "no había nada". Todavía no se me olvida levantarme los lentes cuando se me caen caían. El gesto inconciente de la mano que responde a la sensación entre el lagrimal y  la nariz, la sensación de que los lentes caen por ahí, sobre todo al mirar para abajo. La respuesta mecánica del brazo estirado buscando a tientas los lentes al irme a dormir, al despertar, después de secarme la cara, de ponerme las gotas, de tantas cosas.

A pesar de todo eso, no los extraño. El día siguiente de la operación, que me los puse de nuevo los odié tanto o más como el primer día, hace 15 años que usé los primeros. Además de que no veía bien por la lejanía de la mica con respecto a mi ojo (de ahí la necesidad del lente de contacto provisional), el armazón del que me enamoré un día, al que todos considerarán parte de mi cara y que ha dejado sus huellas en mi nariz, me pareció una pared entera sobre la cara.

Todavía se me caen los lentes que ya no ocupo, pero no, no los extraño ni un poquito.

Thursday, April 7, 2011

Arqueología de mis recuerdos. Los cajones que no querían olvidar.

Tuve un impulso anti-hoarder y decidí limpiar los 4 cajones de mi buró. En total desuso pero llenos a reventar desde hace años. Me encontré cosas muy curiosas y claro, me deshice de la mayoría de ellas. Al parecer mis manera de recordar era obsesiva y guardaba hasta papelitos que envolvían regalos. Hoy prefiero guardar los recuerdos en mi corazón o mejor, online ;)

En el 2005 gastaba más de 600 pesos en libros. Habrían sido poco más de 60 dólares. "Eran otros tiempos", tenía beca y una obsesión por los libros muy cabrona. Hoy prefiero el libro en pdf, gratuito y lo que más leo ya no son libros.


Al parecer, entre 2003-2006 fui mucho al teatro. Esos son nomás algunos de los boletos que guardé. Las que más recuerdo sucedieron en La Gruta del Teatro Helénico, "Los hermosos gitanos" me impresionó, pero la obra que cambió mi vida fue Ìcaro, pero esa va en un post aparte.

Esas pilas pudieron haber estado guardadas desde los 90's. Qué miedo la chorreadez, quiero ser responsable y no tirarlas en la basura, si sabes dónde las puedo depositar dímelo por favor.

En el 2006 tenía ya un rato de aficionada a la lucha libre, lo que me llevó a ser fan (de esas que gritan y se emocionan) de Dos Caras Jr, lo que me llevó a conocer las artes marciales mixtas, entonces comunmente llamado Valetudo (deporte de hombres fuertes golpeándose, yo quiero!!!) y obviamente, a ir a ver a Dos Caras Jr al valetudo en el único evento en la ciudad ever (creo). Fui sola, peleada con mi mamá y con cólicos, pero vi a Dos Caras Jr cerquita-cerquita. Hoy ya no iría a esos lugares sola, Dos Caras Jr ya se llama Alberto del Rio y ahora tiene menos honor que entonces. Las artes marciales mixtas me siguen gustando y extraño la lucha libre como era.

En el 2005 compré mi primer USB. Estaba a la vanguardia, era el primer objeto tecnológico que compraba con mi propio dinero. Lo compré por internet (super del futuro goeei) en una ganga de aquel entonces. Pagué 245 pesos por un USB de 512mb. Hoy con ese dinero podría comprar uno de 2gb, por lo menos. Ese USB todavía lo tengo pero hace mucho que no lo uso. Un perro casi se lo come cuando estaba en el trabajo de campo y no tenía compu. Grandes momentos el USB y yo. 

Todas esas cajas tienen CDs adentro y todos son de música, que no revelaré, por ahora, ja, pero que entre el final de los 90's y los primeros 2000les escuchaba en mi grabadora!!! 

Previo a los de arriba, mi primer, y único en la vida, dispositivo transitorio musical. En la pubertad lo llevaba incluso por la casa, oía cassettes que grababa del radio!! Después de este perdí el interés por llevar la música siempre conmigo, hoy me tocaría tener un iPod pero la verdad nunca he querido uno.

La primera plancha alaciadora que tuve. Fue un regalo de navidad en los primeros 2000les creo. Es Conair y en la punta, donde se ve transparente, se ponía agua que con la resistencia, hervía y permitía que vapor saliera por la planta, "para un acabado liso". La plancha es de aluminio y claro que el vapor no ayudaba en nada y que quemaba el pelo. Era tan difícil alaciar mi pelo adolescente rizado. Hoy tengo una plancha de cerámica que usaba para el flequillo nada más porque desde hace mucho no me interesa tener el pelo lacio, como se puede ver en la foto.

El primer celular que tuve en la vida. Lo tuve entrando a la prepa, sería el 2000 o 2001. Lo conseguí porque alguien lo encontró perdido y se lo dio a mi papá, luego de semanas sin reclamo del dueño (que seguro era un mirrrey) heredé el Motorola v.60. Pesa como medio kilo, tenía pésima recepción y me duró hasta que entré a la Universidad cuando lo tuve que cambiar porque no tenía chip y ya no recibía llamadas. 

Del 2006, mi receta del estrés. Recuerdo esos tiempos con una sonrisa ligera (casi poker face). Luego de casi desmayarme en la regadera de mi casa, mi mamá me llevó al doctor del Sanatorio "del pueblo" quien me diagnosticó estrés, no me acuerdo si tenía algún término pomposo, yo lo que tenía era un chingo de estrés y recuerdo que el médico me dijo que no descansaba cuando dormía porque ya no producía melatonina. Hoy sé que además del estrés, los ciclos de luz natural influyen en mi producción de melatonina y que soy propensa al estrés y ansiedad (lo he calmado con la felicidad y el hecho de mantener la calma por las corugias refractivas). Esas pastillas Plantival las he recomendado a todo el mundo, porque todos están muy estresados siempre. Les recomiendo, son extractos de valeriana y melissa así que no producen adicción. No recuerdo cuánto tiempo las tomé, pero recuerdo que cuando las dejé no las necesité más. Me calmé y me pude ir de trabajo de campo felizmente.
El médico que me recetó eso, una vez casi aceptó que existía el empacho cuando me llevaron de emergencia, conociendo entonces mi gastritis y colitis (y tenía 20años!) bastante bien, sabía que no se trataba de eso y que lo único que podía ser era empacho pero mi mamá decidió llevarme con el dr. quien no sabía qué tenía, no era la gastritis ni la colitis en tragedia... fue cuando le dije: "ya sé que no es eso porque blabalbalba, lo que tengo es empacho, que mi mamá me sobe y ya" y el dr. me dijo "no, pero esas son creencias..." insistí, "bueno sí es posible que haya algún trozo de alimento alojado en la pared gástrica y que haya fermentado causando los malestares..." VES!!!!! eso es el empacho!!! y nos fuimos y mi mamá me sobó y me curé.

Aquí la historia del viaje por el norte del que guardé casi todos los boletos pero que puse en otro post porque si no, esto ya era muy largo.

La primera vez que fui al norte



En el 2006 fui al noreste con la familia H. Fue muy divertido y conservé los boletos de los camiones:

Fuimos a Nuevo Laredo primero. El autobus en el que viajamos tenía área de fumadores y "autoservicio" de café. Fue uno de los viajes más largos que he hecho pero también los más cómodos. Recuerdo el aire acondicionado, muy poderoso.
Luego fuimos a Monterrey. Me acuerdo que L y yo nos sorprendimos de lo "grande" de la ciudad cuando llegamos. Comimos en el Rey del Cabrito y no me sorprendió, no regresaría a comer ahí. Usamos el metro de poquitas estaciones. Cuando necesitabamos alguna información y preguntábamos a los peatones, nos ignoraban. Lo que más me gustó de MTY fue el restaurante italiano en el que cenamos el último día.

De MTY viajamos a Matehuala, pero ese boleto no lo guardé. Recuerdo la estación en Matehuala, me recordó a una o más películas. Estuvimos un par de horas ahí, supongo.
El destino era Real de Catorce. Ese viaje fue muy largo y difícil. El camión no era como primero que tomamos, estaba lleno y había gente parada incluso. Muchos de los viajeros éramos jóvenes. Recuerdo haberme asomado por la ventana y ver el precipicio tan dramáticamente que temí y mejor dejé de ver por la ventana. Cuando finalmente llegamos, hacía mucho viento frío y tuvimos que esperar un rato a que otro camion nos llevara al pueblo. Ese viaje fue corto pero impresionante. La señora de la tienda me recordaba a mi abuela, zacatecana, hablaba igual que ella y era igual de chistosa. La gente era toda muy amable. Quiero regresar a Real de Catorce. Cuando nos fuimos lo extrañé.

Al parecer regresamos a Matehuala para conectar con San Luis Potosí.

No recuerdo este trayecto pero sí SLP. Era la segunda vez en menos de un año que iba a esa ciudad. Desde la primera me gustó mucho. Me resultó una ciudad amable. Desde entonces no he regresado.

Luego de SLP el plan era ir a Xilitla, a mi lo que me gusta es el desierto pero iba en el "tour H" así que no me negué. Tuvimos que viajar a Cd. Valles para de ahí llegar a nuestro destino. Recuerdo Cd. Valles, o mejor, la estación de autobuses con mucho calor, sofocante, hambre, mala comida y las personas de los mostradores muy groseras. Habría sido el calor, pero recuerdo que la mujer que nos vendió los boletos nos trató muy mal. Viajamos a Xilitla y el camino, que recuerdo poco, era impresionantemente verde, siento haber pasado por una especie de domo de arboles. Al llegar al famoso lugar al que todo el mundo va, tuvimos mucho calor, ataque de hormigas gigantes en el cuarto y la lluvia más espesa que he visto en mi vida. No podíamos ver el árbol a centímetros del balcón. Nos asustaban los ruidos animales de la noche, aún estando dentro. De ahí tengo todavía una piedra que me robé de una poza, mojada es verde casi esmeralda. Ahora está seca, aquí en mi cuarto.

Los batas blancas con y sin pantalón-zapato blanco

La importancia de ver. Edición post operatoria 2



Han pasado más de 5 meses desde la primera vez que fui al Hospital. Ayer fui a que el Dr. V me quitara los puntos de la primera cirugía y me di cuenta que ya me siento "como en casa". He visto a las mismas personas tantas veces que ya me resultan familiares. La incomodidad del principio se fue y ahora, incluso, disfruto estar ahí.

Los doctores (o médicos, como parece ser el término correcto) son muchos, la mayoría jóvenes y amables. Con sus particularidades, comparten ciertos "modos", caminan apurados pero tranquilos, hablan con los pacientes claramente. Todos de bata blanca sobre sus ropas, están en más de una cosa al mismo tiempo y pocas veces recorren los pasillos en parejas o en grupo. Están muy ocupados.

Hay otros personajes de bata blanca que caminan por el Hospital casi como si lo supieran todo, con altivez, como si fuera de ellos.  Estos personajes, a diferencia de los médicos, nunca olvidan su bata ni la actitud "rompe-madres". Usan pantalones y zapatos blancos, en sus caras se revela lo último de la adolescencia. Van en grupos grandes y pasan periodos considerables de tiempo en un solo lugar. Son los estudiantes de medicina.

Viéndolos hoy en la cafetería, con sus mochilas y sus pantalones blancos casi posando para la gloria, sentí ternura. De esa que es un poco de empatía con una ligera sonrisa y un movimiento de cabeza "diciendo no". Ese gesto que los adultos tienen para las juventudes, cuando no les desaprueban, esos adultos que son los tíos buena onda o los hermanos mayores.

Los estudiantes de medicina me recordaron un poco a mi temprana estudiante de antropología. Esos tiempos en que "teníamos preocupaciones" como cambiar el mundo académico, social, en general, aquí y ahora para siempre y seríamos todos, exitosos pensadores a sueldo con viáticos generosos y casas de campo en donde escribir nuestros libros. Cuando sabíamos, sin dudar, que no estábamos equivocados y que lo sabíamos todo. Esos primeros años de estudiante que se convierten en los últimos en los que te das cuenta que sabes menos y que seguramente estabas equivocado, pero de lo que se trata es de aprender (haciendo, creo yo), cuando sabes por cierto que los lugares de pensador a sueldo están ocupados y que tienes que hacer otra cosa, o esperar a que se desocupen los cubículos.Médi

El que no es observador confundirá a los estudiantes con los doctores y seguramente les llama "Doctor, dónde es blabla?" y ellos, inflan el ego vestido totalmente de blanco y responden con un poquito de prepotencia, esa que, al parecer, se les pierde entre guardia y develo en alguno de los muchos años que les falta para poder quitarse los zapatos y pantalones blancos y poder usar los del color que quieran.